lunes, 27 de diciembre de 2010

La isla de las emociones y los sentimientos

Hubo una vez una isla donde habitaban todas las emociones y todos los sentimientos humanos que existen. Convivían, por supuesto, el Temor, la Sabiduría, el Amor, la Angustia, la Envidia, el Odio... Todos estaban allí.

A pesar de los roces naturales de la convivencia, la vida era sumamente tranquila y hasta previsible. A veces la Rutina hacia que el Aburrimiento se quedara dormido, o el Impulso armaba algún escándalo, pero muchas veces la Constancia y la Conveniencia lograban aquietar el Descontento.

Un día, inesperadamente para todos los habitantes de la isla, el Conocimiento llamó a reunión. Cuando la Distracción se dio por enterada y la Pereza llegó al lugar del encuentro, todos estuvieron presentes.

Entonces, el Conocimiento dijo:

–Tengo una mala noticia para darles: La isla se hunde.

Todas las emociones que vivían en la isla dijeron:

–¡No, cómo puede ser! ¡Si nosotros vivimos aquí desde siempre!

El Conocimiento repitió:

–La isla se hunde.

–¡Pero no puede ser! ¡Quizá estás equivocado!

–El Conocimiento casi nunca se equivoca –dijo la Conciencia dándose cuenta de la verdad–. Si él dice que se hunde, debe ser porque se hunde.

–¿Pero qué vamos a hacer ahora? –se preguntaron los demás.

Entonces, el Conocimiento contestó:

–Por supuesto, cada uno puede hacer lo que quiera, pero yo les sugiero que busquen la manera de dejar la isla... Construyan un barco, un bote, una balsa o algo que les permita irse, porque el que permanezca en la isla desaparecerá con ella.

–¿No podrías ayudarnos? –preguntaron todos, porque confiaban en su capacidad.

–No –dijo el Conocimiento–, la Previsión y yo hemos construido un avión y en cuanto termine de decirles esto volaremos hasta la isla más cercana.

Las emociones dijeron:

–¡No! ¡Pero no! ¿Qué será de nosotros?

Dicho esto, el Conocimiento se subió al avión con su socia y, llevando de polizón al Miedo, que como no es zonzo ya se había escondido en el motor, dejaron la isla.

Todas las emociones, en efecto, se dedicaron a construir un bote, un barco, un velero... Todas... salvo el Amor.

Porque el Amor estaba tan relacionado con cada cosa de la isla que dijo:

–Dejar esta isla... después de todo lo que viví aquí... ¿Cómo podría yo dejar este arbolito, por ejemplo? Ahh... compartimos tantas cosas...

Y mientras las emociones se dedicaban a fabricar el medio para irse, el Amor se subió a cada árbol, olió cada rosa, se fue hasta la playa y se revolcó en la arena como solía hacerlo en otros tiempos. Tocó cada piedra... y acarició cada rama...

Al llegar a la playa, exactamente desde donde el sol salía, su lugar favorito, quiso pensar con esa ingenuidad que tiene el amor:

“Quizá la isla se hunda por un ratito... y después resurja... ¿por qué no?”

Y se quedó durante días y días midiendo la altura de la marea para revisar si el proceso de hundimiento era reversible...

La isla se hundía cada vez más...

Sin embargo, el Amor no podía pensar en construir, porque estaba tan dolorido que sólo era capaz de llorar y gemir por lo que perdería.

Se le ocurrió entonces que la isla era muy grande, y que aun cuando se hundiera un poco, siempre él podría refugiarse en la zona más alta...

Cualquier cosa era mejor que tener que irse. Una pequeña renuncia nunca había sido un problema para él.

Así que, una vez más, tocó las piedritas de la orilla... y se arrastró por la arena... y otra vez se mojó los pies en la pequeña playa que otrora fue enorme...

Luego, sin darse cuenta demasiado de su renuncia, caminó hacia la parte norte de la isla, que si bien no era la que más le gustaba, era la más elevada...

Y la isla se hundía cada día un poco más...

Y el Amor se refugiaba cada día en un espacio más pequeño...

–Después de tantas cosas que pasamos juntos... –le reprochó a la isla.

Hasta que, finalmente, sólo quedó una minúscula porción de suelo firme; el resto había sido tapado completamente por el agua.

Recién en ese momento el Amor se dio cuenta de que la isla se estaba hundiendo de verdad. Comprendió que, si no dejaba la isla, el amor desaparecería para siempre de la faz de la Tierra...

Caminando entre senderos anegados y saltando enormes charcos de agua, el Amor se dirigió a la bahía.

Ya no había posibilidades de construirse una salida como la de todos; había perdido demasiado tiempo en negar lo que perdía y en llorar lo que desaparecía poco a poco ante sus ojos.

Desde allí podría ver pasar a sus compañeros en las embarcaciones. Tenía la esperanza de explicar su situación y de que alguno de sus compañeros lo comprendiera y lo llevara.

Buscando con los ojos en el mar, vio venir el barco de la Riqueza y le hizo señas. La Riqueza se acercó un poquito a la bahía.

–Riqueza, tú que tienes un barco tan grande, ¿no me llevarías hasta la isla vecina? Yo sufrí tanto la desaparición de esta isla que no pude fabricarme un bote...

Y la Riqueza le contestó:

–Estoy tan cargada de dinero, de joyas y de piedras preciosas, que no tengo lugar para ti, lo siento... –y siguió su camino sin mirar atrás.

El Amor se quedó mirando, y vio venir a la Vanidad en un barco hermoso, lleno de adornos, caireles, mármoles y florcitas de todos los colores. Llamaba muchísimo la atención.

El Amor se estiró un poco y gritó:

–¡Vanidad... Vanidad... llévame contigo!

La Vanidad miró al Amor y le dijo:

–Me encantaría llevarte, pero... ¡tienes un aspecto!... ¡estás tan desagradable... tan sucio y tan desaliñado!... Perdón, pero creo que afearías mi barco––y se fue.

Y así, el Amor pidió ayuda a cada una de las emociones. A la Constancia, a la Sensualidad, a los Celos, a la Indignación y hasta al Odio. Y cuando pensó que ya nadie más pasaría, vio acercarse un barco muy pequeño, el último, el de la Tristeza.

–Tristeza, hermana –le dijo–, tú que me conoces tanto, tú no me abandonarás aquí, eres tan sensible como yo... ¿Me llevarás contigo?

Y la Tristeza le contestó:

–Yo te llevaría, te lo aseguro, pero estoy taaaaan triste... que prefiero estar sola –y sin decir más, se alejó.

Y el Amor, pobrecito, se dio cuenta de que por haberse quedado ligado a esas cosas que tanto amaba, la isla iba a hundirse en el mar hasta desaparecer.

Entonces se sentó en el último pedacito que quedaba de su isla a esperar el final...

De pronto, el Amor escuchó que alguien chistaba:

–Chst-chst-chst...

Era un desconocido viejito que le hacía señas desde un bote de remos.

El Amor se sorprendió:

–¿A mí? –preguntó, llevándose una mano al pecho.

–Sí, sí –dijo el viejito–, a ti. Ven conmigo, súbete a mi bote y rema conmigo, yo te salvo.

El Amor lo miró y quiso explicar:

–Lo que pasó fue que yo me quedé...

–Yo entiendo –dijo el viejito sin dejarlo terminar la frase–, sube.

El Amor subió al bote y juntos empezaron a remar para alejarse de la isla.

No pasó mucho tiempo antes de ver cómo el último centímetro que quedaba a flote terminó de hundirse y la isla desaparecía para siempre.

–Nunca volverá a existir una isla como ésta –murmuró el Amor, quizá esperando que el viejito lo contradijera y le diera alguna esperanza.

–No –dijo el viejo– como ésta, nunca.

Cuando llegaron a la isla vecina, el Amor comprendió que seguía vivo. Se dio cuenta de que iba a seguir existiendo.

Giró sobre sus pies para agradecerle al viejito, pero éste, sin decir una palabra, se había marchado tan misteriosamente como había aparecido.

Entonces, el Amor, muy intrigado, fue en busca de la Sabiduría para preguntarle:

–¿Cómo puede ser? Yo no lo conozco y él me salvó... Todos los demás no comprendían que me hubiera quedado sin embarcación, pero él me ayudó, él me salvó y yo ni siquiera sé quién es...

La Sabiduría lo miró a los ojos largamente y dijo:

–Él es el único que siempre es capaz de conseguir que el amor sobreviva cuando el dolor de una pérdida le hace creer que es imposible seguir. El único capaz de darle una nueva oportunidad al amor cuando parece extinguirse. El que te salvó, Amor, es el Tiempo.


Cuento la isla de las emociones del libro el camino de las lágrimas de Jorge Bucay.

lunes, 20 de diciembre de 2010

¿Cómo influyen los colores en tus emociones?

Desde la antigüedad, los colores han estado ligados a nuestro estado de ánimo. Estos colores pueden ayudarnos a calmarnos cuando vivimos una situación de estrés o a animarnos cuando estamos tristes. El color es uno de los elementos visuales con mayor carga de información, tiene una relación intensa con las emociones y es una experiencia visual que los seres humanos tenemos en común.

Cada color tiene un significado para nuestro subconsciente y cada a cada uno se le otorgan unos valores y virtudes. Los expertos en el tema aconsejan escoger unos colores para alegrarnos vistiéndonos con ellos o pintando nuestras paredes, por ejemplo. La sabiduría, la inteligencia, la bondad, el poder... todo se puede atraer si sabes qué color elegir.

Algunos de los significados atribuidos al color en la cultura occidental.

Rojo: Peligro, excitación, fuego, pasión, sangre, luchar o huir, llama la atención, cierta connotación sexual.
Púrpura: Riqueza, realeza, sofisticación, inteligencia.
Azul : Serenidad, Tranquilidad, verdad, dignidad, constancia, fiabilidad, poder.
Negro: Sofisticación, elegancia, poder, rebelión.
Blanco: Pureza, limpieza, luminosidad, vacío.
Amarillo: Calidez, el sol para muchas culturas, brillo, alegría si está poco saturado
Verde: Naturaleza, frescor, vegetación, salud, los verdes azules son los favoritos de los consumidores.


jueves, 16 de diciembre de 2010

La música estimula nuestras emociones

Transmitir con una misma canción, desde diferentes culturas, y distintos estilos fusionandolos a la vez, se puede conseguir sino miren este video y dejen fluir las emociones.



Está grabado en directo desde varios puntos del planeta y sincronizado gracias a internet.

martes, 14 de diciembre de 2010

lunes, 13 de diciembre de 2010

Fobia: el miedo irracional

El miedo es un conjunto de sensaciones que se ponen en marcha ante situaciones que suponen una amenaza para nosotros. La reacción de miedo ha sido clave para la supervivencia de los humanos a lo largo de la historia y continua siéndolo. Sentir miedo cuando vemos como un tigre hambriento corre hacia nosotros es adaptativo, nos hace correr y tratar de ponernos a salvo. Si no existiera la reacción de miedo, probablemente la raza humana habría desaparecido hace tiempo.

Pero, ¿en qué consiste la reacción de miedo? Cuando vemos un peligro real que supone una amenaza para nosotros se pone en marcha un mecanismo que prepara al organismo para hacer frente a la situación, es decir, se producen un gran número de cambios corporales que “nos preparan para la acción” como son el aumento de la tasa cardiaca, la respiración, sudoración, contracciones estomacales, etc. Esta reacción pone a nuestra disposición todos los recursos energéticos disponibles para afrontar la situación, escapando o afrontándola.

La Fobia es una forma especial de miedo que no es tan útil para nosotros (no es adaptativa). Existen numerosos tipos de miedos, de hecho, podemos encontrarnos con los miedos más comunes como el miedo a volar o miedo a los ascensores hasta los más variopintos como el miedo a los espejos. Todos ellos los podemos incluir en alguna de estas categorías:

  • Fobias específicas o simples: miedos a cosas o situaciones muy concretos, como el miedo a las palomas, a los perros, a las jeringuillas, a volar en avión, etc.
  • Fobia Social: es el miedo a las situaciones sociales, puede incluir el miedo al rechazo, miedo al ridículo, miedo a las críticas, etc.
  • Agorafobia: miedo a los espacios abiertos donde de sufrir una crisis de ansiedad será dificil escapar o encontrar ayuda.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Adrenalina: el placer de las emociones fuertes

La adrenalina es una hormona secretada por las glándulas adrenales (las suprarrenales) ante una situación de peligro. Hace que reaccionemos instantáneamente a esa situación de emergencia.

¿Qué hace que algunos sean felices lanzándose al vacío mientras otros prefieren evitar las emociones fuertes? Aparentemente, la respuesta estaría en una pequeña proteína que promueve la secreción de adrenalina.

La adrenalina prepara el organismo para la acción y en algunas personas genera una sensación placentera. Pero la persona promedio no necesita estas emociones para secretar adrenalina y generalmente desconfía del paracaidismo y los saltos al vacío.

Hay personas que realmente sienten la necesidad de descargar dosis extras de adrenalina practicando deportes de riesgo, conduciendo el automóvil a gran velocidad, buscando pelea, subiendo a atracciones como la montaña rusa, viendo películas de mucho miedo, etc. Una de las explicaciones es que la liberación de adrenalina produce un estado (momentáneo) de euforia, de máxima energía y de capacidad de acción.

Después la persona siente una agradable sensación de relax gracias a la liberación de endorfinas. La vida sedentaria de las ciudades y el estrés cotidiano hacen que la liberación de adrenalina (muy continua) sea de baja intensidad y necesiten estímulos cada vez más fuertes para sentirse "vivos".



jueves, 9 de diciembre de 2010

Importancia de no reprimir las emociones

Cuando una persona experimenta una emoción, ésta se anida en alguna parte debilitada del cuerpo. Por ejemplo, una persona que siente una gran pena o ira, suele llevarse la mano al pecho y quejarse de quemazón y ardor o dolor exactamente un poco más arriba de la cavidad toráxica, confundiendo este malestar con problemas cardíacos. Para eliminar esta emoción, el llanto es una buena terapia; sin embargo, el mejor método es practicar el desapego de la emoción, entendiendo que, como seres espirituales que somos, somos trascendentales al sufrimiento del cuerpo y de la mente. Esto significa que uno no debe reprimir las emociones sino dejarlas pasar como por un conducto. Esto con el fin de que no se aniden en el cuerpo y lo ataquen enfermando algún órgano.

El Ayur Veda enseña que hay que observar la emoción, viendo como ésta ingresa y se desarrolla en el cuerpo, aprendiendo a no dejarse arrastrar por ella. En seguida, la emoción se debe liberar relajando el cuerpo y permitiendo que ésta fluya y no se anide en ninguna parte. Esta acción es contraria a la emoción, ya que cuando ésta ingresa, hace que el cuerpo se contraiga, lo que de mantenerse, puede afectar algún órgano.

El Pranayama es un método de respiración que ayuda a eliminar las emociones. Una forma sencilla que se recomienda es aspirar el aire profundamente mientras se hunde el estómago, llevándolo hasta la parte superior de la cabeza, luego se exhala por la boca, mientras se hincha al máximo el estómago. Se debe continuar respirando de esta manera, aunque en forma menos profunda durante dos minutos.

El miedo, enferma los riñones, la ira enferma el hígado y la codicia o la envidia enferma el corazón. La enfermedad también se produce cuando los sistemas de eliminación se alteran. El cuerpo produce tres tipos de deshechos o malas: las heces (sólidas), la orina y el sudor (líquidos).

Por: Daniel Ghiotti y Rubén Devoto